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UN SUBMARINO ATASCADO

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Capítulo XI

                

       Cuando alguien te cuenta algo que a su vez le contaron, ya no sabes qué parte de fantasía y qué parte de realidad tiene la historia. No quiero dejar pasar la oportunidad de narrar con un toque añadido la anécdota que me contaron porque me hizo reír hasta que me saltaron las lágrimas.

       Roberto, un compañero de profesión, tenía que ir a Madrid para celebrar un juicio. Ya que caía en viernes pensó en pasar el fin de semana en la capital. Iba a buscarse un hotel pero un conocido, de esos a los que no les importa prestar su propia casa, le dijo que no se le ocurriera, que le dejaba un juego de llaves de su piso, ya que él iba a estar fuera hasta domingo por la noche.

       Ya terminado el juicio en Plaza Castilla, Roberto se dedicó a pasear por la ciudad, disfrutando de un fin de semana sin preocupaciones. La verdad es que había estado muy agobiado preparando aquel juicio tan complicado y solía ocurrirle que los nervios le provocaban estreñimiento, hasta tal punto que se había pasado cuatro días sin hacer aguas mayores.

       Sábado, sobre las once de la noche, antes de volver a salir por la ciudad, y ya relajado, sintió la llamada de la naturaleza. Ya empezaba a estar preocupado, así que disfrutó de ese momento íntimo y personal. Cuando tiró de la cadena, el agua empezó a subir y se asustó al ver el submarino que atascaba aquel viejo water. Volvió a tirar y aquello todavía fue peor, ya que el agua empezaba a rebosar. Se puso un guante de goma que encontró con los productos de limpieza y metió la mano en el agua para intentar liberar el atasco. Lo que extrajo medía más de veinte centímetros y  estaba tan duro que no se podía partir. A Roberto no se le ocurrió otra cosa que meterlo dentro de una bolsa de plástico y ésta a su vez dentro de una bolsa del Corte Inglés y bajarlo al contenedor. No le iba a dejar semejante regalito a la persona que había tenido el detalle de dejarle su piso.

       Camino del contenedor, todavía pensando en lo ocurrido, no se dio cuenta que dos ladronzuelos en moto se le acercaban por detrás. El que iba de paquete le dio un tirón arrancándole la bolsa del Corte Inglés. Aceleraron mientras Roberto les gritaba:

– !No os lo llevéis, que es una m…!

       Un coche de policía que se encontraba al final de la avenida y que había visto de lejos a los tironeros procedió a darles el alto.

       Esa noche en Comisaría se partieron de risa.

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